Dios les bendiga Hermanos! Les comparto este humilde pensamiento de la Palabra.
En medio de períodos de incertidumbre y desafíos globales como los vividos durante la pandemia del Covid-19, muchas actividades tuvieron que detenerse o replantearse. Sin embargo, como creyentes, estábamos llamados a no quedarnos inactivos, sino a ver esas circunstancias como una oportunidad para profundizar nuestra fe, fortalecer nuestra vida espiritual y hacer avanzar la obra del Señor en cada hogar.
Efesios 5:15 - 20
“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.”
Colosenses 4:5 - 6
“Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo.”
Durante aquellos días de cuarentena, como decían algunos analistas, “el mundo se paralizó”. Las actividades cotidianas y rutinarias del hombre tuvieron que aplazarse o ser reprogramadas porque la humanidad concentraba su atención en cómo resolver el problema de salud pública llamado Covid-19.
El pueblo de Dios no estaba ajeno a tal situación, especialmente cuando los Gobiernos a nivel mundial establecieron cuarentenas obligatorias en sus territorios, y la Palabra de Dios nos exhortaba a sujetarnos a dichos lineamientos, como testimonio y obediencia a la autoridad (Romanos 13:1-3).
Por tal motivo, al igual que cualquier actividad de índole deportivo, académico, religioso y de entretenimiento, las comunidades cristianas tuvimos que abstenernos de realizar nuestras reuniones en público, atendiendo la orden de prevención ante dicha pandemia; es decir, por espacio de un tiempo determinado no pudimos realizar los cultos en nuestras congregaciones.
Sin embargo, lo anterior no significó que aquel fuera un tiempo para vacacionar o desconectarnos espiritualmente. Por el contrario, representó “una oportunidad”, tal como lo señala la definición de la Palabra aprovechar: tomar ventaja, no desperdiciar una oportunidad.
Cabe destacar que para algunas vidas que no se encontraban comprometidas con Dios y su obra, aquello fue motivo de una falsa alegría por el hecho de no tener que asistir a los servicios, en especial quienes congregaban obligados por padres, abuelos o esposos, despreciando así las múltiples bendiciones que ofrece la reunión de los santos.
Con todo eso, Dios siempre conservó un remanente que amaba su presencia y anhelaba la manifestación de su Espíritu Santo; y fue justamente ese grupo de personas quienes hicieron de aquel conflicto una oportunidad para crecer espiritualmente.
Porque aunque el enemigo pretendía enfriar y desanimar a muchos con esa prueba, Jesucristo nos exhortaba a que no cesara su obra en nuestras vidas, en nuestros hogares, y que nuestro enemigo entendiera que Dios, a través de nosotros, desbarataba su consejo.
Nehemías 4:11, 15, 17
“Y nuestros enemigos dijeron: No sepan, ni vean, hasta que entremos en medio de ellos y los matemos, y hagamos cesar la obra”… “Y cuando oyeron nuestros enemigos que lo habíamos entendido, y que Dios había desbaratado el consejo de ellos, nos volvimos todos al muro, cada uno a su tarea”… “Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada.”
Por eso, hermanos en Cristo, en aquel tiempo la exhortación fue clara: que no cesara la oración, el ayuno, el estudio de la bendita Palabra, la obediencia a la misma y la santidad. Que aprovecháramos bien el tiempo buscando el rostro del Señor; que los que aún no habían recibido el Bautizo del Espíritu Santo pagaran el precio, y los que por misericordia ya lo habíamos recibido, entonces aviváramos el fuego del Don de Dios deseando sus preciosos dones y ministerios.
El apóstol Pablo, en su epístola a los Filipenses, animaba a la iglesia a seguir adelante trabajando con entusiasmo en la obra, destacando que las cosas que le habían sucedido redundaron más bien para el progreso del evangelio (Filipenses 1:12). Y recordábamos siempre que a los que amamos a Dios, todas las cosas nos ayudan a bien (Romanos 8:28).
Finalmente, el libro de Eclesiastés 3:1 señala que todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. De las 24 horas del día, Dios demandaba que sacáramos tiempo para Él, y durante la pandemia con mucha más razón considerando que debíamos permanecer en nuestros hogares.
El Señor sabía que había que destinar parte de ese tiempo para la familia y otras actividades, pero justamente de eso se trataba: de ser buenos administradores de la multiforme gracia de nuestro Dios. Porque si le pedíamos sabiduría a Dios, Él nos ayudaba.
Eclesiastés 8:12
“Aunque el pecador haga mal cien veces, y prolongue sus días, con todo yo también sé que les irá bien a los que a Dios temen, los que temen ante su presencia.”
No olvidemos que Satanás es un ladrón, y como ladrón quiso robar el tiempo que debíamos apartar para el Señor; se valió de excesos de televisión, redes sociales, trabajo, amistades. Además, como mentiroso, decía que después repondríamos ese tiempo perdido, pero la verdad es que ese tiempo no volvería: se había esfumado para siempre. ¡Cuántos desearon en ese momento haber asistido a aquellos cultos gloriosos en los que Dios obró poderosamente, y a los que faltaron por estar en los afanes de este mundo! ¡Todo tiene su tiempo!
Que aquella temporada, aunque llena de dificultades, también fue un tiempo de bendición y transformación. Y hoy, al recordarla, comprendemos que no debíamos permitir que el enemigo nos robara los momentos que Dios quería usar para formarnos, renovar nuestras convicciones y avivar nuestro espíritu. Esa lección sigue vigente: aprovechar cada hora, buscar el rostro del Señor con adoración, oración y estudio de Su Palabra, y ser luz donde estemos.
¡Dios te bendiga abundantemente!
Pastor Edinson Bautista
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