En cierta ocasión, y lugar, conocimos un hombre muy amable, y a quien solíamos invitar a nuestra reunión de predicación. Siempre fue muy cortes y educado, pero, generalmente, se despedía diciéndonos: “No se preocupen, un día de estos los acompañare al culto”, pero nunca tuvimos el gusto de verle llegar y escuchar la palabra.
Otras veces cambiaba un poquito su despedida y, entonces, nos decía: “Un día de estos ustedes me verán también con una Biblia en la mano”, pero no recordamos haberle visto con una Biblia en la mano. Ya, finalmente, en las postrimerías de nuestro trato con el personaje, nos decía: “Un día de estos, ustedes me verán predicando la palabra, llevando el mensaje por todo el mundo, como ustedes”, pero nunca llegamos a oírlo predicar el mensaje.
A estas alturas, nuestros lectores se estarán preguntando que paso con el referido sujeto. Pues bien, es muy triste contarlo pero, sin duda, ustedes tienen todo el derecho de saber el final de la historia y, de inmediato, vamos a contarla. Pasó lo que pasa millones de veces en la realidad humana: UN DIA DE ESTOS el hombre murió de repente, aparentemente por un ataque cardiaco.
Tocante a este hecho más trágico, alguno estará diciendo que el chiste no tiene gracia pero, realmente, no es un chiste y, si no tiene gracia, tiene indudablemente una solemne lección que nos compete en estas páginas presentar y que le conviene a nuestros estimados lectores atender.
Es pues, como el caso ya presentado, muy triste que millones de personas hablan y actúan como si el tiempo les perteneciera, como si el mañana fuese su propiedad privada y, más triste aun es su sorprendente descuido en lo concerniente a las cosas de valor eterno. “Algún día” o, “un día de estos yo voy a ocuparme de mi salvación y del perdón de mis pecados”, “un día de estos yo me voy a arrepentir”, así se expresan, dejando escapar el “HOY” como el tiempo de la oportunidad de Dios y confiando en un hipotético y esquivo “MAÑANA” que, probablemente nunca llegara para quienes juegan con su pobre alma y con la paciencia de Dios.
Ahora en relación a lo antes dicho, es Santiago, escritor de una de las epístolas del Nuevo Testamento, quien alerta: “¡Vamos ahora! Los que decís: hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis que será mañana. Porque ¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece”. (Santiago 4:13,14). Entonces, el muy sabio consejo de Dios es que atiendas el asunto de tu salvación con un sentido de suma urgencia, pues en un tema de tal naturaleza la Biblia no ofrece provisión para MAÑANA o, para UN DIA DE ESTOS. Al contrario, lo que provee La Biblia, y abundantemente, son muy solemnes advertencias en cuanto al peligro de demorar el asunto de la salvación. Una de estas advertencias la tenemos en el evangelio según Lucas, donde leemos: “Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procuraran entrar, y no podrán. Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera comencéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, el respondiendo os dirá: No sé de donde sois” y, ante la insistencia de los que quedaron fuera, el padre de familia contestara: Os digo que no sé de donde sois; apartaos de mi todos vosotros, hacedores de maldad” (Lucas 13:24,25,27). Al respecto, entre otras lecciones, la principal de ella es la de peligro de confiar en que a cualquier hora y en cualquier tiempo se puede llegar a la casa, y entrar. Como el lector podrá apreciar, no es que el padre de familia cerro la puerta antes de tiempo, sino que quieres estaban fuera LLEGARON TARDE.
En cuanto a los propósitos salvadores hacia el pecador, Dios nunca llega tarde, pues, como está escrito, él nos ha hablado “desde temprano y sin cesar” y , en Cristo, al entregarlo a la terrible muerte de la cruz, ha provisto una salvación A TIEMPO, como leemos en La Palabra: Cristo, cuando aún éramos débiles, A SU TIEMPO murió por los impíos” (Jer. 7:13; Ro. 5:6), de modo que nuestro Dios tiene toda la autoridad para decirte: “He aquí AHORA el tiempo aceptable; he aquí AHORA el día de salvación” (2 Co. 6:2).
G.Villegas

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